Ninguna curiosidad por el drama humano del mosén, ningún respeto por el poeta más querido de Catalunya, por su universo sentimental, por sus ideas, por sus intereses personales, por su mundo particular y subjetivo que es el responsable de una de las aventuras literarias más importantes de la literatura europea decimonónica. En ningún lugar del filme la pasión de Verdaguer por la lengua viva de entonces, por la energía palpitante que le hace escribir como un poseído, ni por el paisaje, ni por la creatividad y el esfuerzo, ni por temperamento tardoromántico que saber hacer fructificar. Ningún interés por la religión, por la pasión y muerte de Jesús entendida como un presagio y una maldición espiritual, tampoco por la historia épica que le hacía soñar. Ningún retrato de su evolución personal, de su dramática vocación pública, a la vez creadora y destructora, ningún interés por hacer entender el drama de un hombre psicológicamente devastado, arrastrado por el sentimiento de culpa, por la insatisfacción íntima, ni por la tormentosa vocación de libertad personal con la que intentaba sobrevivir. Ningún interés por grandioso mundo de entonces. Sólo despachos y más despachos, pasillos y tresillos, exactamente el hábitat natural de los responsables de la cinta.
Baltasar Porcel ya hizo esto mismo, en su famosa entrevista a Verdaguer del 2002, sirviéndose del colosal prestigio del poeta para darse importancia y llenar el bolsillo. Ves hoy aquella infame entrevista y te queda claro que el escritor importante es Porcel y que mosén Cinto sólo está ahí por equivocación, que es un pretexto, un recurso para que la vanidad más grande de Mallorca abra su boca. Pero al menos Lluís Homar defendió a un Verdaguer digno y no estaba como un pasmarote, como el lamentable Ernest Villegas. Al menos Porcel, en su maldad infinita, tenía una categoría humana y cultural, un sentido común que no aparece en este nuevo film. Si quería hablar de sexo enfermizo y de represión, ¿por qué Bru de Sala no se ha atrevido a hacer una película sobre, por ejemplo, Montserrat? Quizá hará buenos amigos.
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